Nuestro amigo Hilo, en compañia de Jose Mijares realizan la primera travesia nacional del campo de hielo patagónico norte, norte-sur.
Reproducimos el relato de la expedición.
"El día catorce de noviembre José Mijares y yo, Hilo Moreno, salimos del aeropuerto de Barajas rumbo a Santiago de Chile, con el objetivo de acercarnos al Campo de Hielo patagónico Norte y realizar su travesía en sentido longitudinal.
Son muy pocas aquellas expediciones que lo han recorrido de Norte a Sur. Ello se debe en primer lugar, a la inclemencia del clima y en segundo, a la dificultad y lejanía de sus accesos.
Elegimos la entrada al hielo por la Laguna de San Rafael, donde llegamos el día diecinueve de noviembre. Se trata del acceso clásico desde que Eric Shipton lo utilizase en su expedición de 1961/2.
Después de ocho días de buen tiempo (los únicos que tuvimos en la travesía) logramos portear todo el equipo hasta el inicio del glaciar. Tras pasar el día de mi cumpleaños en la tienda debido a una fuerte ventisca, nos calzamos los esquís el 27 de noviembre. Para entonces el tiempo ya había cambiado y nos obligó a navegar a ciegas en medio del white out a golpe de brújula y de GPS.
Uno de los problemas más evidentes en el Campo de Hielo es el de la gran cantidad de grietas que lo surcan. Afectado por las temperaturas, cada vez más altas, y por las constantes lluvias el glaciar se desparrama hacia los diferentes frentes, mudando su aspecto en poco tiempo y abriéndose en él grietas de todos los tamaños. Ello hace que la progresión sea extremadamente trabajosa y lenta y haya que realizarla casi constantemente encordado.
Esta última parte de la travesía supuso un autentico laberinto en el que aparte de recorrer varias veces el mismo trayecto, teníamos que arrastrar la pulka, elevarla o izarla en busca del itinerario correcto. Al bajar de altitud, las lluvias se acentuaron y en la última semana no dejó de llover ni un minuto. Ello, junto a una dieta definitivamente hipocalórica hizo de nuestra salida del hielo un autentico calvario.
Al final, ya a la vista de tierra firme hubimos de abandonar las pulkas, parte de la comida e incluso (inconsciencia o impaciencia) la cuerda. Un trayecto de dos kilómetros por el hielo vivo de la lengua glaciar Steffen, sin pulkas y ligeros de equipaje, nos depositó en tierra. Sólo nos restaba descender hasta poco más allá del final del hielo donde, según nuestros datos, encontraríamos pobladores.
Fueron dos días (pues decidimos retornar a por parte del equipo abandonado) los que tardamos en encontrar ser humano alguno. En la tarde del trece de diciembre, dos colonos asentados en la más absoluta tranquilidad a los pies del frente glaciar Steffen, recibieron la más extraña visita de sus últimos años…”