Para disfrutar de las excursiones a la montaña, es necesario
seguir algunos consejos que pueden evitar más de un disgusto.
Comer bien
Un buen desayuno debe contener grandes cantidades de líquido, glúcidos y proteínas que aportarán la energía necesaria para el camino.
El resto de las comidas deben ser ligeras y es conveniente alternarlas con cereales, cacahuetes, dulces, chocolate y mucho líquido para evitar el agotamiento y la deshidratación.
Evitar riesgos innecesarios
– No hay que bañarse nunca en acequias o ríos caudalosos.
– No asomarse a pozos o barrancos.
– Extremar la precaución si nos bañamos en los lagos de montaña.
– Evitar caídas y heridas
– Procurar no acercarnos a animales peligrosos.
– Utilizar repelentes para los mosquitos o llevar la piel cubierta para evitar mordeduras y picaduras.
– Ser prudentes; el terreno irregular de la montaña o una práctica irresponsable de los deportes que se pueden practicar implican riesgos muy importantes.
Fuente: Cruz Roja
Cálculo de horarios
Un cálculo realista es la mejor medida para llegar a la meta marcada sin verse sorprendido por la noche. Hay que tener en cuenta que el ritmo aproximado de subida es de 300 metros por hora y de bajada, 400 metros. Si la excursión se realiza en llano calcular unos tres kilómetros por hora.
Viajes en solitario
Los expertos recomiendan no viajar en solitario ya que en la montaña, a menudo hay que salvar algunos obstáculos o se pueden producir accidentes como una torcedura de un tobillo o, incluso, una fractura. La ayuda de los demás excursionistas es fundamental. Además, siempre es mejor disfrutar de la compañía de amigos que compartan la misma afición. Si por el contrario, se decide emprender el camino solo, es recomendable comunicar a familiares o amigos el recorrido que se va a seguir.
Ir bien equipados
Es imprescindible llevar un equipamiento adecuado a las condiciones meteorológicas, la época del año y al terreno. Así, las botas que se utilicen deben ser cómodas, permitir la transpiración hacia fuera, impermeables y con el número justo. Nunca hay que estrenarlas el mismo día en que se decida emprender la excursión puesto que el calzado que aún no se haya adaptado al pie puede causar rozaduras e impide andar con seguridad, con lo que el riesgo de sufrir un accidente es mayor. No es recomendable llenar todo el contenido de la mochila sino que siempre tiene que quedar espacio. Asimismo, la mochila debe de ser cómoda, acolchada y con un buen cinturón que no produzca rozaduras en la piel.
Los cambios bruscos de temperatura en la montaña son muy frecuentes. Aunque luzca el sol cuando se inicia la marcha puede que de repente caiga un chaparrón. Por ello, es imprescindible llevar ropa de abrigo, un impermeable y calcetines de repuesto.
La montaña deja huella
Cuando se sale a la montaña, es necesario un buen equipamiento. Sin embargo, muchos olvidan que tan importante es llevar en la mochila los alimentos, el agua y la ropa adecuada como unas buenas gafas de sol, lociones protectoras y una gorra para protegerse del astro rey. El sol de la montaña puede resultar dañino y deja su huella en una piel desprotegida. De hecho, a mayor altitud, los rayos solares se filtran menos, y por tanto son más perniciosos. Cada 300 metros aumenta un 4 por ciento el poder de los rayos UV. Además, aunque el clima sea fresco o el cielo esté nublado, un 90 por ciento de las radiaciones solares logran atravesar las nubes.
Por ello, se deben tomar algunas precauciones para poder disfrutar de la montaña:
1. Utilizar unas gafas de sol con cristales que garanticen la filtración de los rayos solares.
2. Utilizar gafas de sol, a ser posible con protección lateral para evitar sufrir una conjuntivitis.
3. Si estamos tomando algún medicamento, consultar con un especialista si puede aumentar la sensibilidad cutánea frente al Sol.
4. Evitar, si es posible, la exposición al sol entre las 10 de la mañana y las 2 de la tarde, cuando la intensidad de los rayos ultravioletas es mayor.
5. Utilizar protectores solares adecuados a la actividad y fototipo prestando especial atención a las zonas más sensibles, como los ojos y los labios.