Entrevista “Diario Palentino” Tente Lagunilla

Expediciones Noticia

Hace unos meses me hicieros una entrevista para el Diario Palentino, y el resultado (yo creo) fue bastante bueno. Os la transcribo, con permiso de su autor, Segio Casquet, por si os apetece leerla.

Palentino. Alpinista, además de bombero. Coordina el grupo de rescate en montaña de la Junta de Castilla y León. Ha subido el Everest o el K2, entre otras cumbres. Recientemente ha escalado el Dome Kang, siendo uno de los dos primeros alpinistas en hollar su cumbre.

Emilio Tente

Tente

EMILIO VICENTE “TENTE” LAGUNILLA

“La muerte nunca puede ser hermosa”

Sergio Casquet. Fotografía: Polanco Fotógrafo

ALPINISMO

“Quizá su mayor dureza sea que no existe la posibilidad de una retirada fácil.”

RIESGO

“En mi caso, el alpinismo es una aventura, por lo que el riesgo es consustancial a él.”

EL VIAJE

“Si viajas a sitios raros, con el dinero justo y con unas cuántas dificultades, eso te hace valorar más las cosas.”

SER BOMBERO

“El mejor trabajo del mundo. Puedes ayudar a los demás, incluso salvar vidas. Acaba siendo muy hermoso.”

PALENCIA

“Es una ciudad pequeña y soy popular. Se agradece que te quieran.”

Pasan los años y sin embargo los relatos de aventuras nos siguen fascinando, provocándonos una sacudida interior –cálida, pero también amarga- que quizá, a fin de cuentas, nos reconcilie con lo mejor de nosotros mismos. La ilusión revivida, como una forma de lucha contra los horizontes de nuestras vidas, cada vez más aburridos y estrechos. Todavía continuamos leyendo el diario del tenaz capitán Scott con la misma emoción con la que abríamos sus páginas cuando éramos unos niños. O disfrutamos de los “Naufragios” de Álvar Núñez Cabeza de Vaca con la intensidad con la que imaginábamos en nuestra habitación un naufragio frente a las costas de un Brasil lleno de misterios y promesas. El escritor inglés V.S. Prichett aseguraba que la vejez mata a los viajes, lo que es un eufemismo más o menos elegante para decir que el cansancio y el tedio, además de las hipotecas y los resultados de la liga de fútbol, nos llevan a buscar otras aventuras, quizá algo menos heroicas. No debe sorprendernos que, en ocasiones, por nuestra mala conciencia, nos cueste comprender a quienes han apretado los puños y han decidido que no hay mayor aventura que, por ejemplo, subir una montaña:

“A veces a los montañeros nos tienen un poco como medio locos. Incluso hay gente que cree que lo único que generamos son gastos y problemas.”

Lo asumimos: hay quienes han sido más valientes y han seguido emulando a los viejos héroes, aquellos que nunca envejecen, como Walter Bonatti, el artista de los Alpes que no pudo cumplir el sueño de subir el K2 sin oxígeno y que esquivó a la muerte en la Chandelle. O Lionel Terray, que atacó con tenacidad e inteligencia montañas que hasta entonces se consideraban imposibles. Si en Palencia, pongamos por caso, preguntamos por el héroe de su alpinismo, la respuesta que nos dará cualquiera de sus ciudadanos será “Tente” Lagunilla. Por supuesto, como no podía ser menos, tiene aspecto de alpinista: cuerpo fibroso y enjuto, piel curtida y barba engañosamente descuidada, además de una mirada que a veces parece perdida en el blanco inmemorial del hielo. Su forma de hablar, rápida, con precisión, quizá demuestre que se encuentra acostumbrado a tener que pensar velozmente. Lo cual no resulta extraordinario en quien empezó a pelear con las montañas desde que era un crío:

“A los nueve años subí mi primera montaña. Fue el Espigüete, en Palencia, durante un campamento de una asociación juvenil.”

Y desde ese día ya no paró.

La verdad es que no lo pasé demasiado bien en aquella ascensión, pero el poso que quedó fue bueno. La montaña se disfruta menos en el momento que después.

¿Quién le llevó a ese campamento?

Fue una casualidad. En mi casa no había ninguna tradición de montaña. Sin embargo, les gustaba que yo fuera a campamentos, así que no me ponían pegas.

¿Había mucha afición en Palencia?

Había grupos juveniles. Con el que yo empecé fue con el movimiento Junior, del estilo de los Scouts o de la OJE. Hacíamos campamentos en Lebanza, en el Espigüete… Éramos un grupo de amigos.

¿El montañismo es algo más que un deporte?

Para algunos es casi una forma de vida. Es algo distinto porque, a diferencia de otros deportes, genera una cultura alrededor. Basta con ir a una librería y ver toda la literatura que hay en torno a él: novelas, crónicas…

Y también está su dureza.

Quizá la mayor dureza del alpinismo sea que no existe la posibilidad de una retirada fácil. Por ejemplo, el entrenamiento de un maratoniano es también durísimo, pero puede parar y volver a su casa en media hora. En la montaña puedes estar muy harto y quedarte aún dos días para llegar a un campamento base. Y eso si es que llegas…

Ese gusto por el riesgo es una de las causas de que no sea comprendiendo por una parte de la sociedad.

En cierta parte, esa gente tiene algo de razón, pero hay mil actividades de la vida que generan muchos gastos: los accidentes de tráfico, los gastos derivados de adicciones diversas… La montaña, al ser algo minoritario, rechina más.

A cambio, el cliché asegura que pertenecen al grupo de los últimos románticos.

Ahora ya no se puede generalizar. Antes, cuando era algo más pequeño, quizá se cohesionaran más valores, como la solidaridad. Pero ahora se han socializado tanto todas las actividades que ya no se le puede atribuir a una sola un carácter específico.

Quizá a esa imagen romántica ayuden gestas como la subida del Cervino o la muerte de Mallory…

Eso es porque se trata de un deporte que comenzó siendo una forma de aventura. Eran expediciones subvencionadas por un mecenas, por lo general con una coartada científica.

Y los montañeros que se convertían en leyenda.

Ellos eran los que ponían las piernas, los cazadores de la época. Eran los que llegaban hasta las cumbres de las montañas. Es más, no creo que de ningún deporte haya tanta literatura como del alpinismo…

Ahora los medios parecen que ya sólo se fijan cuando hay una tragedia, como ha pasado con Óscar Pérez.

Y no sólo cuando hay un accidente, sino cuando hay algo más. Tragedias similares a la de Óscar Pérez, en el Karakorum, ha habido varias este año. Pero de las cosas buenas, en efecto, apenas se habla.

¿Por qué?

Vivimos en una sociedad en la que llaman más la atención las desgracias. Cuando alguien sale de casa y llega a su destino tranquilamente, no sale en los periódicos, pero, si por medio tiene un accidente de tráfico, sí que aparece en ellos.

Por ejemplo, se ha hablado poco de la expedición que hizo a Dome Kang, entre Nepal y Tíbet.

La Sociedad Geográfica Española era la organizadora de la expedición Era la segunda vez que iba con ellos. Y esta última vez, por fin, hemos hecho cumbre en el Dome Kang, lo que es tan curioso como bonito, pues era una de las pocas cumbres de más de siete mil metros vírgenes que quedaban.

Donde nadie había puesto el pie.

Es muy emocionante. Por el corredor que habíamos subido, había pasado una cordada de checos, uno de los cuales murió, pero a la cumbre no había llegado nadie.

Algo así no se olvida.

Recuerdo que el día de la cumbre subimos con un día espléndido. Mientras llegábamos, le comenté a mi compañero, Carlos Soria: “Somos los primeros que hemos llegado aquí, nadie ha visto lo que estamos viendo nosotros”.

¿Entonces al final pesa más el riesgo de la aventura?

Es que, en mi caso, el alpinismo es una aventura, por lo que el riesgo es consustancial a él. Es verdad que se puede practicar una montaña más suave, en la que disfrutes muchísimo, pero la ausencia de riesgo nunca existe.

¿Ha tenido la muerte cerca?

Algunas veces, pero tampoco constantemente. Lo que pasa es que, con experiencia y buenos materiales, haciendo las cosas bien, ese riesgo está bastante controlado.

Sigue sonando peligroso…

Hay peligros, claro: acercarse demasiado a una grieta, sufrir una avalancha, aventurarse en una zona demasiado compleja… Y más de una vez me he visto cerca de esos peligros. Como cualquier montañero, por otra parte.

¿Se ha poetizado demasiado la muerte en la montaña?

Existe una visión poética, qué duda cabe. Es cierto que yo preferiría morir en una montaña antes que en un accidente de tráfico. Pero mucho mejor hacerlo en mi casa, a los noventa y cinco años, después de haber subido cientos de montañas.

Se suele escuchar que es una muerte hermosa.

Quizá se diga como consuelo. Hombre, si hay que morir joven y de una forma algo extravagante, pues no está mal. Pero la muerte nunca puede ser hermosa, de ninguna forma.

¿La montaña da otra forma de mirar?

Es algo consustancial al viaje en sí, lo que es muy bueno, pues nos permite abrirnos a más cosas. Si viajas a sitios raros, con el dinero justo y con unas cuántas dificultades, eso te hace valorar más las cosas, además de entender mejor a otras culturas.

¿Cuál fue su primer viaje largo?

Empecé por los Alpes. Íbamos en coches que se caían a trozos, en plan hippie, hasta el punto de que teníamos que vender el coche para volver. La primera expedición seria fue a los Andes. Y luego llegaron los primeros contactos con el Himalaya…

Que fueron duros.

Los recuerdo bastante traumáticos. En una de las primeras expediciones, de ocho personas, sólo volvimos cuatro. Fue muy duro. Ahora lo pienso con frialdad y me digo: “Cómo ha cambiado la cosa…”

¿El alpinismo ha perdido algo de encanto?

Mis antecesores pensaban que había perdido el encanto porque ya no se iba en bicicleta a la montaña. Recuerdo que, cuando iba hasta el Espigüete, tardábamos dos días.

¿Cómo eran esos viajes?

Íbamos en el coche de línea hasta Guardo y luego con un taxi que alquilábamos en Velilla, hasta Cardaño o hasta Viñedos. Eso ya se ha perdido.

Es ley de vida…

En efecto, el alpinismo evoluciona. Y eso es todo. Creemos que los que vienen detrás lo tienen algo más fácil, pero para ellos tiene el mismo encanto que para nosotros. A nosotros nos parecía divertido jugar con los Madelman y ahora los chavales juegan con los marcianitos.

¿Hay afición entre la gente más joven?

El alpinismo, como todos los deportes, se ha democratizado. Por ejemplo, el material es más fácil de conseguir. Los viajes se han facilitado mucho. Antes una expedición al Himalaya costaba seis meses y ahora la ventilamos en dos. Todo esto hace que haya más practicantes.

Y más especialización.

Antes escalábamos en hielo, en roca, hacíamos esquí de travesía… Un poco de todo. Ahora no. Ahora hay gente muy buena en roca, por ejemplo. Pero no hace hielo. Antes éramos más tipo Leonardo da Vinci. Por lo general, no hacíamos nada bien, pero ahora la gente se especializa mucho.

En su caso, compagina la afición por la montaña con el oficio de bombero…

Entré a los treinta años, relativamente tarde. No fue fácil. Me presenté a unas oposiciones, pues tenía amigos bomberos y me parecía un trabajo fenómeno, que iba mucho con mi carácter. Además, me permitía tener tiempo libre para salir a la montaña.

Es un trabajo muy bien valorado por la sociedad.

Estoy muy contento porque es el mejor trabajo del mundo, directamente. Un trabajo en el que puedes ayudar a los demás, incluso salvar vidas, acaba siendo muy hermoso.

Y también es duro. Muy duro.

Todos los bomberos han tenido experiencias complicadas. Salvas una vida gracias a que has llegado a tiempo, a que has apagado un fuego o has abierto una puerta en un coche destrozado. Entonces es cuando vuelves al parque con una satisfacción grandísima.

También hace rescates en alta montaña.

En ese caso, ayudar a los demás y que sean montañeros, es doblemente satisfactorio. Soy el coordinador del equipo de rescate en montaña de la Junta de Castilla y León. Vivimos en una sociedad que se está promocionando el que la gente salga al campo y a la montaña, así que hay que cubrirle la espalda.

¿Y cómo ve la naturaleza en Castilla y León?

Tenemos una región privilegiada, muy poco explotada. Estamos viviendo un momento francamente crucial, en el que podemos meter la pata hasta dentro o podemos hacer las cosas bien.

¿Qué hay que hacer?

Si protegemos el entorno y encauzamos su desarrollo de la forma correcta, se pueden generar un turismo y unos beneficios importantes. Pero siempre sin destrozarlo. No podemos terminar con los problemas que tienen las costas españolas, por ejemplo.

¿Los políticos están a la altura?

Los políticos, en general, piensan más en los votos que en cualquier otra cosa. Si una cosa les va a dar votos, la hacen, sin pararse a pensar si eso es pan para hoy y hambre para mañana.

Por ejemplo, la polémica de San Glorio.

Posicionarme en contra de la estación de esquí de San Glorio me ha generado muchos enemigos, desde fanfarrones que no entienden las cosas a gente poderosa. He llegado a poner una proyección en un pueblo de la montaña Palentina con la Guardia Civil protegiendo el acto. Pero no me arrepiento…

Eso sí, en Palencia todo el mundo habla bien de usted.

Es una ciudad pequeña y soy popular. Un poquito casi por obligación, porque el alpinismo es caro. Si quiero sacar dinero para un ocho mil, tengo que dar la matraca con la expedición a todo el mundo. Pero se agradece que te quieran.

¿Y la familia entiende sus aficiones?

Mi hijo tiene diecisiete años y hace montaña, disfruta de ella, de momento sin una pasión desorbitada. Mi mujer tuvo un accidente hace años y ya sale poco a la montaña. Era una buena escaladora.

Así que ella comprenderá lo de irse a subir el Dome Kang, por ejemplo.

Claro, porque, como dice, en el paquete ya iba todo…

Los grabados que Zermatt hizo del Monte Cervino en 1860 son un perfecto y hermoso ejemplo de por qué las montañas tiene algo inaprensible, algo que va más allá de lo humano. Cinco años más tarde, el inglés Whymper llegó a la cumbre del Cervino, junto a seis compañeros. Finalmente bajaron tres. Sus recomendables crónicas del asalto a una de las montañas más legendarias están ilustradas por los grabados de Zermatt. Kant hablaba de la experiencia sublime, que es aquella que nos hace ser conscientes al mismo tiempo de la vida y de la muerte. En la cima de Dome Kang o bajando una montaña, mientras sabía que compañeros suyos ya no lo harían, puede que “Tente” Lagunilla haya sentido esa experiencia de la que hablaba Kant y que Zermatt reflejó en sus grabados. Un paseo entre la vida y la muerte. Sin darle demasiada importancia. Sólo hay que fijarse en la mirada de este palentino tan sensato como valiente. En ella está la respuesta a esa pregunta que rara vez nos atrevemos a hacernos.

DE CERCA
Un escalador:

Erhard Loretan.

Una montaña:

El K2.

Una montaña de Castilla y León:

Curavacas.

Un libro:

“El libro de los abrazos”, de Galeano.

Una película:

“Alguien voló sobre el nido del cuco”.

Una música:

Sabina.

Una virtud:

La constancia.

Un defecto:

Tal vez soy demasiado reservado…

Recorte

 

Fuente: Tente Lagunilla – Diario Palentino

 

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